Jesucristo: glorifiquémosle, escuchémosle y sigámoslo. Creamos en Él. Esto nos coloca en una relación especial con Él, pero más que nada es una nueva dimensión de la vida, una nueva esperanza, una nueva perspectiva, la cual solamente Él puede otorgar.
Jesús presenta su programa y su misión citando al profeta Isaías (Is 61,1-2a; 10-11): «El espíritu del Señor está en mí, porque el Señor me ha ungido.»
La unción, en hebreo messiah, de donde proviene la palabra mesías, significa ser ungido por Dios.
«Él me envió a llevar la buena noticia a los pobres.» ¿Cuál es esta buena noticia que los pobres esperan? ¡El fin de la pobreza! Justamente este será el objetivo de Jesús: crear una sociedad en la cual las personas, en lugar de acumular para sí mismas, comparten con los demás y salvan a las almas.
El llamado de Zdenac es salvar las almas de la perdición en esta vida y en la vida eterna, enseñarles el camino de Dios, realizando las obras de misericordia hacia los niños y los ancianos pobres, animando a la gente local al voluntariado.
Debemos incesantemente considerar las obras de misericordia. Ellas son fuente de alegría, paz y serenidad. Nuestra salvación depende de ellas. Misericordia: palabra que esconde el misterio de la Santisima Trinidad. Misericordia: el acto supremo y más grande por el cual Dios accede a nosotros. Misericordia: ley fundamental que emana del corazón de cada persona que mira sinceramente a los ojos de sus hermanas y hermanos en el camino de la fé. Misericordia: puente que une a Dios con el hombre, abriendo nuestros corazones a la esperanza de que somos amados a pesar de nuestros pecados. (Papa Francisco, bula Misericordiae Vultus, 2)
Además de los actos corporales de misericordia, la espiritualidad cristiana ha construído una sensibilidad hacia las obras espirituales de misericordia, una sensibilidad para aquellos necesitados de consejo, de enseñanza, de advertencia, de consuelo, de perdón, de paciencia y oración. Las siete obras espirituales de misericordia nos llevan al encuentro de personas que tenemos cerca, que son parte de nuestra vida, nuestros relaciones, nuestros encuentros, deseados y no deseados. Son las personas de nuestra vida cotidiana. No hay que buscarlas lejos de nosotros. Son aquellos entre quienes nos encontramos nosotros mismos. Sin embargo, las necesidades de estos son más difíciles de cumplir y para estas obras de misericordia es más difícil decidirse. El cardenal W. Kasper habla de la indivisibilidad de las obras corporales de las espirituales de misericordia y diferencia cuatro tipos de pobreza.
Además de la pobreza física o económica existen la pobreza cultural, social y espiritual, que en nuestro mundo occidental representan un problema cada vez mayor: «desorientación, vacío interior, desconsuelo y desesperanza, pérdida del sentido de la propia existencia, confusión moral y espiritual, incluso hasta el abandono espiritual.» (Misericordia, 185)
Desde esta perspectiva la misericordia cristiana no se puede satisfacer preocupándose solamente por tapar los baches o salir del paso, sino que siempre busca caminos de crecimiento hacia una vida más humana, en consonancia con la dignidad del hombre redimido. El papa Francisco recuerda que aceptando al marginal que está herido en el cuerpo y aceptando al pecador que está herido en el alma, está en juego nuestra credibilidad como cristianos. Y recuerda las palabras de San Juan de la Cruz: En el ocaso de la vida seremos juzgados por el amor. (Papa Francisco, El nombre de Dios es misericordia p. 111)
Es imposible creer en una división de las obras espirituales de las obras corporales de misericordia. Ellas se entretejen en una unidad inseparable para todos nosotros en Zdenac. La misericordia de Dios se vierte sobre nosotros y sobre nuestro trabajo con los necesitados, con las personas privadas de sus derechos, con las personas marginadas en la sociedad, sobre todo con aquellos que por su status son excluídos de las corrientes principales de la comunidad social más amplia.
La pobreza material se vincula frecuentemente al estancamiento espiritual. Solo los valientes se animan ir a aquellos lugares abandonados, donde habita la miseria humana. Zdenac acude allí, llevando a las personas que desean gritar fuerte en el desierto. Estos lugares son precisamente los deseados por aquellas personas que ven su salvación en la salvación de los demás.
Zdenac acude al desierto siguiendo el camino de Jesucristo y lleva el agua viva para que el desierto pueda florecer. Lleva a cabo actos agradables a Dios. Somos el Aljibe de Dios. Confiamos en Jesús y su poder lo puede todo. Seamos misericordiosos como lo es nuestro Padre celestial. Seamos conscientes y vivamos las obras espirituales y corporales de la misericordia.
Obras de misericordia corporales:
1. Dar de comer al hambriento.
2. Dar de beber al sediento.
3. Dar posada al necesitado.
4. Vestir al desnudo.
5. Visitar al enfermo.
6. Socorrer a los presos.
7. Enterrar a los muertos.
Las obras corporales de misericordia formadas en el pensamiento cristiano encuentran su fundamento en el capítulo 25 de Evangelio de San Mateo, en las palabras de Jesús sobre el juicio final, cuando aquellos que estén a la derecha, escucharán: «Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver.» (Mt 25, 34-36)
Dar de comer al hambriento y dar de beber al sediento
Dar de comer al hambriento y dar de beber al sediento significa salvar la vida del hombre. ¿Qué es más importante que esto?
Dios, Padre de la Misericordia, daba de comer a su Pueblo milagrosamente durante los siglos (maná en el desierto), así continúa haciendo hoy en día dándonos la comida en nuestras mesas. La comida, el don de cada día, debería ser no sólo el motivo para agradecer a Dios, sino y un estímulo para intersarse por nuestros hermanos que se enfrentan a escasez de alimentos. Acordémonos de millones de personas que no tienen nada para comer o casi nada. Por otro lado del mundo la comida se tira a la basura por pereza o por descuido o para mantener los precios.
Alcemos la mirada hacia Cristo y admiremos cómo ha multiplicado el pan y los peces para alimentar la multitud hambrienta. (Jn 6,5-14) En el principio los apóstoles proponían despedir a la multitud, «para que vayan a las aldeas y campos de los alrededores, y hallen alojamiento y consigan alimentos; porque aquí estamos en un lugar desierto.» (Lc 9,12)
Sorprendentemente, los apóstoles, después de escuchar la Palabra de Dios, querían que cada familia buscara la comida de forma independiente. Pero las acciones de nuestro Señor muestran que dar de comer a los hambrientos es la responsabilidad de todos. «Dadles vosotros de comer» dice Jesús. Y luego hace un gran milagro y todos se llenaron de admiración. (Lc 9,10-17)
Los Doce aprendieron bien la lección porque en los primeros años de la Iglesia alentaron la distribución de alimentos entre los creyentes más pobres. Esta actitud está presente en la Iglesia hasta nuestros días. Un gran número de instituciones de caridad son fundadas por cristianos (Hech 6, 1-7). En los países no desarrollados, así como en las afueras de los países desarrollados, encontramos bancos de alimentos, cocinas públicas, escuelas culinarias para personas sin educación y muchas otras iniciativas de servir a los demás.
Las palabras de Cristo hacen eco y en las almas de los miembros de Zdenac: «Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber». (Mt 25,35) Preguntémonos: ¿Qué podemos hacer? ¿Cómo podemos alentar a los demás?
Jesús, el Proveedor de la Vida, no solo compartió los panes y los peces en la colina de Galilea, sino que cuando llegó el momento solemne de la Última Cena, lo vemos compartir el pan que se convirtió en su Cuerpo y el vino que se convirtió en su Sangre. Si alguna vez encontramos una disculpa por no hacer actos de misericordia, o si nos inclinamos egoístamente a alejarnos de aquellos que carecen de artículos de primera necesidad, si desperdiciamos dinero en nosotros mismos, o si creemos que el hambre es un problema demasiado complejo para enfrentarlo personalmente, veamos más cuidadosamente a Cristo en la Eucaristía. Él, la plenitud de la Justicia, ofreció a sí mismo como la comida y se entregó por completo. Vino a este mundo para que su vida nos fuera alivio para nuestra vida. Su generosidad nos da fuerza, y su muerte nos trae vida. (véase Jn 6)
Jesús, el rostro de la misericordia del Padre, nos da refrescar con Su Cuerpo y Sangre en las circunstancias del pan y el vino, que nos permite compartir la vida eterna. (Mc 14, 22-25) Seguimos a Jesús, tenemos la oportunidad de darles comida y bebida a los miembros del Misterio Cuerpo de Cristo, invitándolos a la Eucaristía y proporcionándoles ayuda material.
En cuanto al hambre y la sed, las concretas obras de la misericordia en Zdenac se hacen dentro de los proyectos de Mis dos panes, Tengo sed y Zdenac en Mozambique, Huérfanos olvidados, Mi taza de leche.
Vestir al desnudo
A los pobres vestíamos dentro de varios proyectos: Zdenac del saber – Padrinazgo, Huérfanos olvidados, Educación en solidaridad, y acción Vistamos y pongamos los zapatos a 50 niños de Porlamar, Venezuela.
El profeta Isaías considera esta obra de misericordia muy agradable a Dios: «¿No es para que partas tu pan con el hambriento, y recibas en casa a los pobres sin hogar; para que cuando veas al desnudo lo cubras, y no te escondas de tu semejante?» (Is 58,7) Jesús nos promete un premio para esto: «estaba desnudo, y me vestisteis, venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros... (véase Mt 25, 31-44) En cuanto no lo hicisteis a uno de los más pequeños de éstos, tampoco a mí lo hicisteis.» ¿Qué es lo que hacemos haciendo esta obra de misericordia?
Vestir al desnudo primeramente significa dar al pobre, a los que están en necesidad material. Para ser esto verdadera obra de misericordia hay que darlo de lo que necesitamos, no de lo que nos sobra.
Vestir al pobre significa también cubrir la deshonra del otro (como lo hicieron los hijos de Noa, véase Gen 8, 20-23). Guardar la castidad con la reprimenda y el ejemplo. Vestir al pobre significa también envolver las debilidades y vicios ajenos con la misericordia y el perdón, guardarlos para si mismo, no hablar de ello a los otros.
Vestimos al pobre cuando miramos a cada ser humano con los ojos puros, en la dignidad de la criatura de Dios, y no como un objeto o un medio para el placer propio.
Vestir al pobre significa guardar nuestra dignidad, ser el templo de Espíritu Santo.
En la Escritura hallamos la expresión desnudo, mientras en el Catecismo se usa la palabra pobre.
Zdenac viste a los niños en los colores vivos, en el juego, en la alegría, viste a los amigos en la paciencia y el amor, a los mayores y enfermos en el cuidado y la consolación. Nos vestimos a si mismos para servir al otro. Vestir al pobre significa también desvestir al rico. Con las palabras y ejemplos debemos advertirlo que la riqueza ahoga y oprime el espíritu. Quitar lo que sobra. No cargarse a sí mismo ni a los otros con cosas.
Hay que desvestirse hasta quedar completamente desnudo – ante Dios. Él , como el Padre Bueno, nos abrigará con un vestido más bello, un vestido con que basta. Para que así revestidos de Cristo, quedemos pobres en espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Dar posada al peregrino
Dar posada al peregrino, en tiempos antiguos significaba proporcionarle un refugio, salvar su vida. Al pueblo de Dios, dar posada al peregrino significaba mucho, mucho más. Significaba recordar su propia experiencia e identidad, sus propias esperanzas y tareas, («Sed vosotros perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto.» Mt 5,48), que tienen que engendrar la práctica de la justicia (Rom 12). La fe debe ser visible en la vida cotidiana.
San Pablo en la Epístola a los Romanos invita a practicar la justicia, y entre otras deberes destaca: «contribuir para las necesidades de los santos, practicando la hospitalidad.» (Rom 12,13).
Numerosas personas pasan por nuestra vida a diario. Todos ellos son pasajeros y todos los viajeros que pasan por las puertas de nuestras vidas tenemos el deber de recibirlos y en cada persona ver a Jesucristo. Varias veces Dios invita al hombre obrar con justicia hacia el extranjero, recordándole que él mismo era también un recién llegado (véase Éx 23,9), que él mismo ahora, según la esperanza que hereda, es un viajero. Por lo tanto, San Agustín dirá que el hombre es, por su naturaleza, un buscador, un viajero. Un viajero espera con un objetivo claro que sea recibido con alegría y misericordia en su destino final, en la casa de su Padre.
Dar de comer al hambriento, de beber al sediento, enseñar al necio, es decir, ayudarlo al prójimo de cualquier manera, supone que lo hemos recibido y aceptado al prójimo. Entonces, esta obra de misericordia es importante porque se muestra como una precondición para obrar bien. Aún más, dar posada al peregrino supone una apertura hacia lo ajeno y nuevo, supone una comprensión de alguien que no tiene que ser como yo. Las noticias pueden ser aterradoras o enriquecedoras, todo depende de la calidad de nuestra propia identidad y del brillo de nuestro ojo. (Mt 6, 9) Lo que vemos a menudo depende de lo que estamos buscando.
Todos somos viajeros que aspiran a conocer al otro y todos somos ansiosos de ser aceptados. Aún más, como los cristianos estamos profundamente enraizados en la esperanza del encuentro en la misericordia que nos recibe, renueva, envuelve, cambia y hace que sea fructífera toda nuestra bondad. Todos somos viajeros, todos nosotros traemos y llevamos algo unos a otros. Si ser aceptado y recibido en los carteles de nuestro viaje de la vida no depende tanto de nosotros, pero qué traemos y llevamos y cómo aceptamos a los compañeros de la vida terrenal, afectará en gran medida en la misericordia que estamos esperando.
Al misionero de la Misericordia le es normal, por la naturaleza de su misión, casi todo el tiempo viajar y ser hospedado por la gente desconocida en los paises desconocidos. Con la confianza en la Providencia divina cada día experimentamos qué significa ser un viajero acogido en el nombre de Dios.
En nuestro país hemos renovado las casas a las familias pobres cerca de Zagreb y Split. Zdenac ha edificado las casas a los pobres sin hogar en África y en América Latina y les ha creado un hogar donde ellos mismos pueden dar la posada al viajero y recibir la misericordia de la hospitalidad.
A los viajeros que lleguen a Zdenac se los acoge generosamente. Siempre tengamos en la mente a Dios el cual nos pide acordarnos de que también nosotros mismos, los miembros de Zdenac, somos los recien llegados hoy en día en África y América Latina.
Visitar y cuidar a los enfermos
La palabra visitar es rica en contenido: pensar con el corazón en el enfermo para venir a él con un corazón abierto y listo para ayudar; para responder al llamado de Jesús, porque «estaba enfermo, y me visitasteis.» (Mt 25,36) Y esto es misericordia.
La vida de Jesús, especialmente sus tres años de actividad pública, fue un encuentro constante con la gente. Entre ellos, un lugar especial tenían los enfermos. Paralíticos, ciegos, poseídos por demonio e innumerables enfermos de todo tipo ... ( véase Mc 2, 1-12; Mc 7, 24-37). Jesús se dirigía a cada uno de ellos y los sanaba con su presencia. Por lo tanto, en las obras de misericordia siempre tienen que ser incluídas la visitación y atención de los enfermos.
Los enfermos, junto con los presos, viven en un estado que limita su libertad. ¡Y solo cuando la perdemos, compredemos lo preciosa que es! Jesús nos dio la oportunidad de ser libres a pesar de los límites de la enfermedad y la sujeción. Él nos da la libertad que proviene del encuentro con Él y del nuevo sentido que este encuentro trae a nuestro estado personal.
Con estas obras de misericordia, el Señor nos invita a un gesto de gran filantropía: compartir. Recordemos esa palabra: compartir. El enfermo a menudo se siente solo. No podemos ocultar que, especialmente hoy en día, en la enfermedad experimentamos una soledad inmensa. Una visita puede ayudar a una persona enferma a sentirse menos sola. Una sonrisa, caricia, apretón de manos son gestos simples, pero tan importantes para el que se siente solo. ¡Cuántas personas se consagran visitando y atendiendo a los enfermos en los hospitales o sus hogares! Es un trabajo voluntario que no tiene precio. Cuando se hace en el nombre del Señor, este acto se convierte también en una expresión elocuente y eficaz de misericordia. ¡No dejemos sola a la persona enferma! No les impidamos encontrar alivio y enriquecernos a nosotros mismos por la proximidad con el que está sufriendo. Los hospitales son unos verdaderos „catedrales de sufrimiento“, de donde, sin embargo, emana el poder del amor que apoya y siente compasión.
En Zdenac visitamos con mucho gusto a los pacientes en los hospitales y en las casas. También somos generosos con las familias del enfermo, a menudo damos una contribución material según nuestras capacidades.
Estas obras de misericordia, como se puede ver, son antiguos, pero siempre actuales. No debemos entrar en la indiferencia, sino convertirnos todos en la herramienta de la misericordia de Dios. Esto traerá más bien a nosotros que a los demás. La misericordia es un acto que restaura y devuelve la alegría y la dignidad al que lo había perdido.
Solas y abandonadas, las personas mayores son cautivados en su propio hogar. No tienen fuerzas para trabajar o salir de la casa. Son pobres y enfermos. La misión de Zdenac es cuidar y atender a las personas de tercera edad, los enfermos crónicos que están sin apoyo familiar adecuado, las personas con discapacidad y todos aquellos que están en una situación extrema sea esto enfermedad, pobreza o soledad.
Zdenac desde el mismo comienzo realiza los proyectos de voluntariado con las personas en la patria y en el extranjero, a través de siguientes proyectos: La fuerza y debilidad, Un día para el otro, Mi taza de leche, visitar y regalar a los presos para Navidad y Semana Santa en un hospital psiquiátrico.
A través del proyecto de Educación en la solidaridad, Zdenac educa a los niños y los jóvenes a desarrollar la sensibilidad y la voluntad de ayudar a los grupos más vulnerables de la población.
Visitar a los presos
La guerra es un horror en todos los tiempos. Los horrores se reflejan en el poder destructivo sobre los bienes materiales, donde quedan terribles imágenes de la desesperanza. Las penas que experimentan los hombres son insoportables, también los combatientes y los civiles mueren. Muchas veces no son exentos los niños, las mujeres, las personas mayores e indefensas ni las personas con discapacidad. Hay tanto llanto y lágrimas de padres, hermanos y hermanas, que solo Dios puede cubrir ese dolor con su misericordia. Jesús destacó la importancia de la paz, diciendo a sus apóstoles: «La paz os dejo, mi paz os doy.» (Jn 14, 27)
Jesús, hoy necesitamos la paz en todos los aspectos, la paz entre los pueblos, la paz en las familias, la paz en nuestra alma y el corazón. El corazón de Jesús, ayúdanos y libéranos de cualquier perturbación, sea en nosotros o alrededor de nosotros.
Ser capturado por un enemigo significa ser su esclavo. El esclavo es un hombre que no tiene libertad, y ella es la más importante en este mundo después del amor de Dios.
Ivan Gundulić
Oh bella, oh amada, oh dulce libertad,
Dios nos ha dado todos los tesoros contigo,
eres la verdadera fuente de nuestra gloria,
eres la única decoración de Dubrava.
!Toda la plata, todo el oro, y todas las vidas de hombres
no pueden equiparar tu pura belleza!
Recordamos también a los que están en prisión. Jesús no los ha olvidado. Nos enseña a no juzgar a nadie. El prisionero ha hecho algo malo, ha transgredido la ley. Por eso está cumpliendo una condena en prisión. Pero sea lo que fuere lo que hizo, Dios aún lo ama. ¿Quién puede entrar en la intimidad de su conciencia para entender lo que siente? ¿Quién puede imaginar su sufrimiento y el remordimiento? Es muy fácil lavarse las manos y decir que ha pecado. El cristiano está llamado a encargarse del prisionero, para que él comprenda el mal que ha hecho y vuelva a sí mismo. Ser privado de libertad es, sin duda, una de las cosas más difíciles para un hombre. Si a esto todavía se atribuyen las condiciones inadecuadas de los cárceles, entonces esto es realmente una oportunidad en la que un cristiano se siente motivado a hacer todo lo posible para restaurar su dignidad.
Visitar a los presos es una obra de misericordia que, sobre todo hoy, tiene un valor especial. Que nadie señale con el dedo al otro. Todos nosotros seamos la herramienta de la misericordia, siempre con una actitud respetuosa y generosa.
No olvidemos que tanto Jesús como los apóstoles han experimentado lo que significa estar en prisión. Del informe de la pasión nos enteramos del sufrimiento a que el Señor ha estado expuesto: fue detenido, arrastrado como un criminal, fue ridiculizado, flagelado, coronado de espinas... Él, plena inocencia! También los apóstoles Pedro y Pablo estaban en prisión (véase D. y C. 12, 5; Fil 1, 12-17). Un texto conmovedor de los Hechos describe el cautiverio de Pablo: se sentía solo y quería que alguien de sus amigos lo visitara. (2 Tm 4, 9-15.). Se sentía solo porque la gran mayoría lo dejó solo... el gran Pablo.
El hombre no es sólo un prisionero de guerra. Hoy, y así era antes, el hombre es esclavo de muchas cosas y fenómenos que a veces él mismo los elige. Un hombre es esclavo de diversos vicios: el alcohol, la prostitución, los juegos de azar, y más recientemente de las compras y de la tecnología. (véase Gal 5,19- 21).
Hay muchos adictos. En los estados bien organizados la comunidad trabaja preventivamente. Hay tantas cadenas alrededor del hombre y parece difícil liberarlo.
Zdenac en las misiones trabaja sin descanso, salvando niños, jóvenes, ancianos, familias pobres. En el período posterior a la Guerra croata de Independencia, ayudamos al Centro de refugiados de Domanovići. Ofrecemos el apoyo moral visitando y hablando con cada familia, conocemos su situación de vida, ofrecemos asistencia médica, ayudamos en alimentos y medicinas, equiparamos una sala de ordenadores y aseguramos un curso. En Domanovići hicimos una encuesta de sus necesidades. Los datos procesados fueron presentados y entregados al Director de la Oficina para los Refugiados en el Ministerio de Mostar.
Enterrar los difuntos
Nuestra fe enseña que el cuerpo es el Templo de Espíritu Santo y después de la muerte el cuerpo conserva su dignidad y por eso ha de ser enterrado con el rito cristiano. El sacerdote ora sobre la tumba: «Dios todopoderoso quiso llamar a su presencia a este(a) hermano(a) nuestro(a); nosotros entregamos ahora su cuerpo a la tierra para que vuelva al mismo lugar de donde fue sacado.»
Todas las culturas y los pueblos daban la importancia a la vida después de la muerte, por eso entierraban los restos de sus difuntos de acuerdo con sus creencias, su cultura y su condición social. Solían poner diferentes objetos y joyas en las tumbas creyendo que les servirían en el otro mundo.
La Iglesia tiene los ritos funerarios en los que se suele recomendar a Dios a los difuntos en la oración. Zdenac practica organizar el entierro para las personas abandonadas, los cuales no tienen a nadie quien los pueda enterrar. Hemos tenido tales casos y en Croacia y en las misiones.
Para los miembros de Zdenac lo más importante es despedir dignamente al difunto, orar por su alma y dar testimonio de nuestra fe en la resurrección de los bautizados con Cristo.
Obras de misericordia espirituales:
1. Enseñar al que no sabe.
2. Dar buen consejo al que lo necesita.
3. Corregir al que está errado.
4. Perdonar las injurias.
5. Consolar al triste.
6. Sufrir con paciencia los defectos de los demás.
7. Rogar a Dios por los vivos y los difuntos.
Las obras espirituales de la misericordia no tienen base en un solo texto tan compacto; las encontramos dispersas por toda la Escritura, desde los libros proféticos y los libros de sabiduría, los Evangelios, hasta las epístolas del Nuevo Testamento. Como doctrina sistemática y la serie aparecen por primera vez en los escritos del escritor apologético cristiano Lactancio († 325). A diferencia de los escritores de esta época que regularmente defienden la doctrina cristiana (apologías), Lactancio prefiere representar la vida cristiana misma como un testimonio vivo, entendiendo la vida como la defensa más fuerte de la doctrina.
El Papa Francisco en la invitación a las obras espirituales de misericordia cuestiona precisamente nuestra disposición a escuchar: «Recordemos las primeras cuatro obras espirituales de la misericordia: ¿no están básicamente relacionadas con lo que hemos llamado el apostolado del oído? Acercarse, saber escuchar, aconsejar, enseñar principalmente con el ejemplo.» (El nombre de Dios es misericordia, p. 111)
Dar buen consejo al que lo necesita
Aconsejar y enseñar son las obras espirituales de la misericordia estrechamente relacionadas.
Esta primera obra de misericordia espiritual requiere dar consejos a aquellos afectados por la duda, para ayudarlos a aceptar el plan de Dios. La duda se reconoce como un estado crítico del hombre, un estado de indecisión que le hace incapaz de reconocer el camino y, por consiguiente, le hace indefenso y débil para la vida.
Invitando a los hombres a las obras espirituales de misericordia y dando la primacía a la tarea de aconsejar a los que vacilan, a los indecisos, la sabiduría y la espiritualidad cristianas guardan las diversas experiencias de duda y (o) vacilación.
La duda o la vacilación es inseguridad en el discernimiento de las dos cosas, lo verdadero de lo falso. La duda se distingue de la indecisión. La duda no es solo imposibilidad de decidir entre dos cosas, sino una desconfianza en pensamiento, en decisión, en palabra, en lo que se ve, en lo que se cree. La duda puede convertirse en un estado de desasosiego que hiere por completo la relación hacia la vida y las demás relaciones en la vida.
En las dudas que nos encierran en nosotros mismos y hieren nuestras relaciones, la obra de misericordia de consejo no solo transmite el conocimiento. Consejo en la indecisión ofrece una seguridad de conocimiento, nos apoya en el discernimiento, mientras un consejo en la duda no es un conocimiento transmitido, sino una relación establecida llena de confianza. Aconsejar es posible allí donde anteriormente se ha establecido la confianza, donde se ha obtenido la seguridad en la sinceridad de la relación. Por lo tanto, la espiritualidad cristiana, hablando en aconsejar a los que están en duda, en primer lugar pone la virtud de escuchar. Es una habilidad exigente.
Se requiere mucho más del que escucha que del que habla. Por esta razón, los Padres de la Iglesia advertían que la fe viene por el oír.
Escuchar es hospitalidad. (A. Vučković) Al escuchar al otro, lo honramos, le permitimos ser un invitado de nuestra vida, nuestro espacio vital, nuestros pensamientos, nuestras actitudes. La habla profunda requiere una escucha profunda. Las palabras que han requerido la valentía para ser pronunciadas ahora buscan al oyente que tenga valentía para escuchar la vida de otra persona y escuchando demostrar la cercanía y la confidencia.
El que está dispuesto acercarse al oído del prójimo, a sus dudas, a sus busquedas e incertidumbres, debe primero renunciar a sí mismo, a su sabiduría y su habilidad del habla. Bien lo sabemos que escuchar requiere la paciencia con los demás. Además, la escucha nos ejerce en paciencia con nosotros mismos, con nuestras inclinaciones, las tentaciones así que ya en el comienzo descubrimos nuestros pensamientos y respuestas ya formadas, nuestra experiencia... Escuchar nos enseña la humildad. Crea el espacio para los demás. Tan sólo cuando logremos superar a sí mismos y nos demos cuenta de que si prestamos oídos podríamos acercarnos a los que están enredados en sus dudas y búsquedas, llegaremos a ser un lugar donde se encuentra consejo.
Santa Faustina Kowalska oraba con estas palabras: «Ayúdame, Señor, que mi escucha sea compasiva, a reconocer las necesidades de mis prójimos, a que mis oídos no permanezcan indiferentes a los dolores y las penas de los demás.»
En Zdenac es muy importante dar consejos adecuados a los que no pueden decidir lo que es mejor en un momento dado, por sí mismo o para los otros.
Vivimos en un mundo globalizado donde las creencias religiosas se mezclan, causando ambigüedad e incertidumbre a la hora de vivir los valores. La moralidad cristiana ha sido relativizada. Zdenac a través de sus proyectos de trabajo con niños y voluntarios enseña con la palabra y con el ejemplo que el verdadero camino hacia la felicidad, personal, familiar y social es conocer a Jesucristo y cumplir los diez mandamientos. De esta manera alentamos y facilitamos el discernimiento y la determinación por la práctica de los valores cristianos.
A través de las reuniones con las personas de tercera edad, los niños reciben el consejo de las personas ancianas: lo que es lo valioso en la vida, y de qué deben apartarse. Zdenac está ayudando a las familias en la educación de sus hijos. Junto con los expertos, psicólogos, trabajadores sociales, pedágogos, médicos, sacerdotes. Una parte del trabajo de Zdenac es visitar a las familias, aconsejar, orientar y darles apoyo moral y profesional, para que puedan vivir y educar a los hijos en el espíritu cristiano.
Enseñar al que no sabe
La segunda obra de misericordia se basa en las palabras del Antiguo Testamento: «Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.» (Mt 28,19). Al mismo tiempo estas palabras son el fundamento de la tarea misionera de cada creyente.
Enseñar a alguien significa darle la lección, enriquecerlo con su propia experiencia y el conocimiento. Esta lección se considera como una obra espiritual de la misericordia cuando se enseña en la fe, cuya base es conocer a la persona de Jesucristo a través de las Escrituras, la Tradición y el Magisterio.
Enseñar al que no sabe no sucede aumentando las nociones conceptuales, sino ayudando a las personas en su fe, es decir, ayudarles a vivir su vida apoyados en la fe. Es el aprendizaje del arte de vivir a la luz de la presencia de Dios. No hacer eso, significaría que a los demás no se quiere dar la felicidad. Los que no saben pueden ser no solo los hombres que no han conocido a Cristo, sino también aquellos que han sufrido golpes severos y tienen heridas profundas debido a la vida inapropiada de nosotros cristianos; aquellos que están arraigados de las raíces de la fe y están en diversas indagaciones que no conducen a la paz y a la alegría. Es importante ayudar a estas personas a ver sus vidas a la luz de la Buena Noticia porque la doctrina cristiana no es de ninguna manera abstracta, sino que es el camino hacia la vida verdadera.
En la exhortación apostólica Alegría del Evangelio (Evangelli Gaudium) el Papa Francisco enfatiza la importancia de estudiar la Biblia para la profundización de la kerygma (proclamación). «El estudio de las Escrituras debe dejar la puerta abierta a todos los creyentes. Es de fundamental importancia que la Palabra de Dios revelada enriquezca profundamente la catequesis y todos los esfuerzos por transmitir la fe. La evangelización exige una devoción por la palabra de Dios. Esto requiere que las diócesis, las parroquias y todas las asociaciones católicas proporcionen un estudio bíblico serio y duradero, y promuevan la lectura orante personal y colectiva.» (Alegría del Evangelio, p. 175)
Misión evangelizadora de la Iglesia - El tercer libro del Derecho Canónico en 86 cánones habla del deber de proclamar el Evangelio, de la actividad misionera de la Iglesia, de la educación católica, de los medios de comunicación social y de la confesión de fe. De ahí también el derecho de la Iglesia, y aquellos a quienes ella como madre y según la inspiración de Dios confía oficios, a velar no solo sobre la integridad de la transmisión de las dogmas, sino velar también sobre la actividad moral, social y política de sus fieles para guardar la dignidad de los hijos de Dios así como requiere el propósito final del hombre: salvación de las almas. (periódico croata Crkva na kamenu, Iglesia en la piedra, número 12)
Hay tres categorías en los Evangelios que se pueden atribuir a esta obra de la misericordia:
1. Los que no saben que no saben - un ejemplo es el apóstol Pedro, que, tocado por la revelación divina, profesa la fe en Cristo, pero poco después pronuncia las palabras que son completamente en oposición a la confesión anterior y que surgen del pensamiento humano. (véase Mt 16, 21-23)
2. Los que saben que no saben y están buscando – el ejemplo es Nicodemo que poseía un conocimiento ya adquirido, pero esto no le fue un obstáculo para buscar más; él no conoce el modo de acción del Espíritu de Dios y revela que él aunque sea erudito, es ignorante; él muestra que el encuentro con el misterio es un nuevo nacimiento, un nuevo conocimiento del Padre.
3. Los que saben que saben - por ejemplo, un gran número de personas que se consideran expertos en campos específicos, que dan la impresión de que gobiernan la materia; entre ellos se pueden clasificar y los fariseos, los escribas, los letrados, los ancianos, los sacerdotes...
Las tres categorías de personas Jesús las conoció como niño de doce años en el Templo, cuando todo el mundo se asombró ante la novedad. Jesús siembra las semillas de la verdad que los libera de la ilusión del conocimiento, y luego revela quiénes son verdaderos eruditos: los pequeños, los ignorantes y los humildes, a quienes fue revelada la sabiduría del Padre, y quienes respondieron a ella con el amor y la comunión.
Hay muchos fundamentos bíblicos y ejemplos para esta obra de misericordia, en toda Escritura. Sin embargo, una bella escena de los Hechos Apostólicos confirma el sentido de esta obra de misericordia que le da la Iglesia Católica: «Cuando Felipe se acercó corriendo, le oyó leer al profeta Isaías, y le dijo: ¿Entiendes lo que lees? Y él respondió: ¿Cómo podré, a menos que alguien me guíe?» (Hech 8,30) Por tanto, es muy importante el papel del guía o director espiritual para educar la conciencia conforme a la Palabra de Dios. Por otra parte, tenemos una tarea fundamental de defender y explicar la fe ante todos que nos demandan razón de la esperanza que hay en nosotros. «...estando siempre preparados para presentar defensa ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros, pero hacedlo con mansedumbre y reverencia; teniendo buena conciencia, para que en aquello en que sois calumniados, sean avergonzados los que difaman vuestra buena conducta en Cristo.» (1 Pd 3,15-16).
Nuestro deber es conocer el Evangelio, como advierte San Pablo: «debemos prestar mucha mayor atención a lo que hemos oído, no sea que nos desviemos. Porque si la palabra hablada por medio de ángeles resultó ser inmutable, y toda transgresión y desobediencia recibió una justa retribución, cómo escaparemos nosotros si descuidamos una salvación tan grande? La cual, después que fue anunciada primeramente por medio del Señor, nos fue confirmada por los que oyeron, testificando Dios juntamente con ellos, tanto por señales como por prodigios, y por diversos milagros y por dones del Espíritu Santo según su propia voluntad.» (Heb 2,1-4)
No hay duda de que enseñar a los que no saben es una de las más bellas y valientes formas de misericordia, porque contribuye a que la gente reciba un gran bien: la libertad. (G. Ventimiglia)
Hay un gran número de niños analfabetos en el mundo. Es inconcebible que en el mundo tan avansado tecnológicamente y científicamente haya espacio para los niños analfabetos. Sin educación, uno se convierte fácilmente en una victima de explotación y de varios tipos de desgracias sociales. Zdenac del saber es un proyecto que ha contribuido a que miles de niños aprendan a leer y escribir.
Es una gran obra de Dios que los croatas hayan mostrado misericordia al apadrinar a los niños pobres en África y América Latina. Estos jóvenes querrán que sus hijos vayan a la escuela mañana, y de esa manera se cumple el objetivo a largo plazo de Zdenac que es llevar el mayor número posible de los niños pobres a la escuela.
Educación en la solidaridad y para la solidaridad es un complemento del proyecto Zdenac del saber. El principal objetivo educativo en esta área es educar a los niños y los jóvenes a reconocer y respetar sus propias necesidades como las ajenas, respetar la diversidad, desarrollar relaciones con las personas de su entorno e iniciar y participar activamente en las acciones y las actividades que elevan la calidad de vida de otras personas en el plano moral, material y espiritual.
Corregir al que se equivoca
«No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios; todos se han desviado, a una se hicieron inutiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.» (Rom 3,10-12) Si es así, ¿podemos reprender los pecadores, sin ser nosotros guías ciegos de los ciegos? como nos advierte Jesús. (véase Mt 23,16)
Esta obra de caridad se inspira en aquella parte del Evangelio según Mateo donde se trata sobre los conflictos dentro de la comunidad. Si uno de los miembros peca, hay que reprenderlo a solas. Si peca otra vez, hay que hacerlo delante de uno o más testigos. El tercer grado se refiere a la comunidad, a la iglesia. (véase Mt 18,15-17)
Este procedimiento (advertencia fraternal, reprimenda, corrección) muestra una medida suficiente de reconocimiento de las circunstancias reales y la aplicabilidad. Pero es importante darse cuenta de que esta reprimenda no es una forma de condena, sino un servicio a la verdad porque no se refiere al pecador como al enemigo, sino como al hermano. El enfoque debe ser firme pero sin rabia e ira (véase Sal 6, 2) y sin el deseo de humillar. Sin embargo, es verdad:
«Al presente ninguna disciplina parece ser causa de gozo, sino de tristeza; sin embargo, a los que han sido ejercitados por medio de ella, les da después fruto apacible de justicia.» (Heb 12,11)
La reprimenda fraternal requiere el discernimiento: elegir un momento adecuado; amonestarlo de manera que aumente el respeto en tu hermano o hermana, y no disminuya; evitar que la reprimenda sea la única relación con la persona en cuestión. Jesús habla sobre la voluntad de conseguir un hermano. No dice que tenemos que ganarlo para nosotros mismos, sino para obtenerlo para la vida, para Cristo. Anselm Grün escribe: «Amonestar al que peca es misericordia solo cuando el que peca se siente ganador; cuando abre los ojos y logra observar su vida de una manera diferente; cuando se levanta nuevamente y se las arregla para seguir su propio camino fortalecido y lleno de confianza.»
Lo importante que es amonestar a los que pecan señala San Pablo en su discurso de despedida en Efeso: «Por tanto, estad alerta, recordando que por tres años, de noche y de día, no cesé de amonestar a cada uno con lágrimas.» (Hech 20,31) Santiago también destaca: «Hermanos míos, si alguno de entre vosotros se extravía de la verdad y alguno le hace volver, sepa que el que hace volver a un pecador del error de su camino salvará su alma de muerte, y cubrirá multitud de pecados.» (San 5, 20)
El corazón manso y compasivo de Jesús se manifiesta especialmente en estas palabras: «Os digo que de la misma manera, habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentimiento.» (Lc 15,7)
Nuestra misión es ir a los países y lugares donde se suprime sistemáticamente la educación religiosa y moral ya por las décadas. Zdenac a través del proyecto Educación en solidaridad trata de acercarse a los niños delincuentes de la calle que muy a menudo no pecan por su culpa. En primer lugar, son descuidados por sus padre y luego, por su comunidad. Muy a menudo no tienen ni conciencia del pecado cometido porque luchan para sobrevivir. Zdenac encuentra los voluntarios que tienen la experiencia y el saber necesario para trabajar con ellos. No se dirige a los niños con el fin de criticarlos, atacarlos ni hablar de ellos como pecadores, sino se está tratando de conseguir su amor para que ellos también tengan conciencia de lo que hacen y las consecuencias de tal comportamiento en proporción a su edad. Se les enseña sobre Jesucristo y Su camino, sobre nuestro Padre Celestial que está lleno de amor y bondad, y que les ayudará cada vez que se dirigen a Él. La solidaridad y el aprecio mutuo les ayudará a crecer y solucionará de manera más adecuada los problemas propios y ajenos.
Consolar a triste
La consolación es uno de los grandes promesas de Dios, dada al Pueblo que esperaba la salvación. En el libro de la consolación de Israel (Is 40-55) Jehová se llama a sí mismo: vuestro consolador. En las palabras de Dios: «Consolad, consolad a mi pueblo.» (Is 40,1) el profeta reconoce su misión.
Nuestra comprensión común del consuelo es saber encontrar la palabra adecuada para alguien que está en problemas, que se siente solo, sin esperanza y sin ayuda. A veces no nos atrevemos a acercarnos a los tristes y afligidos, conscientes de que no sabemos qué decirles. Pero la consolación no siempre requiere palabra. Un poderoso ejemplo de cómo la proximidad puede ser más eficaz que la palabra lo tenemos en la historia bíblica de Job. A Job, el justo, le vienen tres amigos para consolarlo. Lloran con él y esparcen polvo sobre sus cabezas. «Entonces se sentaron en el suelo con él por siete días y siete noches sin que nadie le dijera una palabra, porque veían que su dolor era muy grande.» (Job, 2,13)
La proximidad y la consolación se revelan en su poderoso silencio. Aunque no entienden la causa del problema, lo aceptan y lo comparten. En tales momentos, el silencio cierre el camino a cada palabra que superficialmente cuestionaría las razones, tal vez justificaría el estado, trataría de dar una respuesta razonable a la pregunta ¿por qué existe el sufrimiento?
La consolación se basa en la apertura al otro. Con esta actitud reconocemos nuestra propia debilidad y confirmamos que el dolor del afligido es verdadero. Él necesita la confirmación y quiere compartir el dolor. Por eso San Pablo enseña: «Gozaos con los que se gozan y llorad con los que lloran.» (Rom 12,15)
Biblia narra sobre diferentes sufrimientos que padecen los hombres e invita a consolarlos con las palabras, las oraciones... Con el mismo esfuerzo con el que consolamos a otros, debemos consolar a nosotros mismos porque nos consagramos en los momentos de dolor.
Su misión de profeta causo en Jeremia una crisis dolorosa y solitaria. Él nos cuenta eso en cinco soliloqios: «No me senté en la asamblea de los que se divierten, ni me regocijé. A causa de tu mano, solitario me senté, porque de indignación me llenaste. ¿Por qué es mi dolor perpetuo y mi herida incurable, que rehúsa sanar? ¿Serás en verdad para mí como corriente engañosa, como aguas en las que no se puede confiar?» (Jr 15,17-18) Se consuela con el hecho de que es un mensajero de Dios: «Cuando se presentaban tus palabras, yo las comía; tus palabras eran para mí el gozo y la alegría de mi corazón, porque se me llamaba por tu nombre, oh Señor, Dios de los ejércitos.» (Jr 15,16)
Del consuelo completamente humano y imperfecto en los libros históricos, en los libros proféticos vamos más allá, al consuelo espiritual abierto al futuro. Nos lleva a Simón, que esperó el consuelo de Israel, el consuelo perfecto que es Cristo.
La tristeza y el consuelo fueron una parte integral de la vida de Jesús. Él consuela y al mismo tiempo, necesita consuelo en su tristeza. El ejemplo más perturbador de la tristeza de Jesús se manifiesta en estas palabras: «Mi alma está muy afligida, hasta el punto de la muerte; quedaos aquí y velad.» Jesús pide abiertamente de sus discípulos que se solidaricen con él, busca ayuda espiritual en los momentos más difíciles de su vida terrenal.
El apóstol Pablo a menudo habla de sus sufrimientos y los sufrimientos de los demás. Esto es particularmente evidente en la Segunda epístola a Corintios (1-7). Él escribe: «¡Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en toda tribulación nuestra, para que nosotros podamos consolar a los que están en cualquier aflicción con el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios.» (2 Cor 1,3-5)
Con esta noción de los padecimientos de Cristo, Pablo alude a algo que se repite en la vida de cada cristiano: incomprensión, la animosidad, la pasión, la muerte, etc. Estas, porque Cristo los soportó y son acompañados por su gracia, producen en nosotros la consolación que no es de esta tierra.
Miembros, voluntarios, patrocinadores y todos los colaboradores de Zdenac nos sentimos compasión mutuamente ante los sufrimientos y las dificultades que enfrentamos, así como nuestros usuarios en todo el mundo. Nos compadecimos con los enfermos, desolados, débiles y abandonados. Nos estamos ayudando mutuamente, tanto espiritual como materialmente, a través de nuestro Zdenac. La solidaridad se manifiesta en muchas situaciones en nuestro país, especialmente en los países de África y América Latina. Nuestro objetivo es convertir la tristeza en alegría con la ayuda de Jesucristo y la nueva evangelización. A veces uno está triste y cuando no tiene hambre, menos aun cuando la tiene. Todos los que están conectados con Zdenac, con su contribución, traen alegría y quitan la tristeza de la cara de persona necesitada, ya sea en un sentido material o espiritual.
Perdonar las injurias
La injuria se refiere a un acto de insultar, infligir injusticia o vergüenza al prójimo, que perjudican directamente la dignidad del otro, pero también a un sentimiento causado por tal palabra o acto. Se puede imponer la injuria a otra persona, o uno puede experimentar injuria.
El perdón relacionamos fácilmente con el olvido porque no sabemos construir una actitud adecuada hacia el pasado, el pasado herido por la maldad y la injusticia. El perdón no permite a la malicia lastimar más o multiplicarse con la venganza. El perdón cura nuestra memoria y nuestra relación con lo malo experimentado. El perdón nos recobra la salud y libera de la esclavitud del pasado.
En primer lugar está la relación consigo mismos. Para perdonar debemos vencer el enojo y la ira en nosotros mismos. Por lo tanto, esto no ocurre inmediatamente sino que tiene su propio proceso de desarrollo. El perdón requiere la aceptación del perpetrador de la injusticia o la injuria. No se puede perdonar sin voluntad de construir relaciones de confianza y comunión.
«La resurrección no significa que se ha olvidado la pasión, dijo una vez cardenal Lustiger. Perdonar no significa olvidarse de la injuria. Mucha gente piensa que traer la injuria a la memoria es una señal de que no se ha perdonado. Pero no podemos olvidar el suceso que nos lastimó. El recuerdo depende de la memoria y el perdón de la voluntad profunda. Eso no es lo mismo. (...) Por un signo reconoceremos que el perdón realmente vive en nosotros, es decir, que verdaderamente nos hemos perdonado y que hemos sido perdonados: la memoria está allí, pero ya no nos destruye, no nos impide vivir.» (Simone Pacot)
El perdón tiene una condición indispensable: la conversión. En el Nuevo Testamento, esta herencia se recoge en la Oración del Señor, se refiere a la necesidad de perdonar para ser perdonados. Cuando Pedro le pregunta a Jesús cuántas veces debe perdonar a su hermano, Jesús menciona setenta veces siete, es decir, ilimitado, siempre. Por otro lado, el perdón es una consecuencia del amor, pero al mismo tiempo el perdón precede al amor. San Juan de la Cruz lo ha convertido en la poesía:
Cuando tú me mirabas,
su gracia en mí tus ojos imprimían;
por eso me adamabas,
y en eso merecían
los míos adorar lo que veían.
Además, el perdón cristiano contiene una reprimenda fraterna y la inmensa paciencia con la que hemos de tratar nuestros prójimos que constantemente vuelven a nosotros en busca de perdón. «¡Tened cuidado! Si tu hermano peca, repréndelo; y si se arrepiente, perdónalo. Y si peca contra ti siete veces al día, y vuelve a ti siete veces, diciendo: Me arrepiento, perdónalo.» (Lc 17,3-4).
En la Biblia encontramos los más variados tipos de injurias: falta de respeto, humillaciones, burlas, calumnias, robos, adulterios y asesinatos. Pero justamente en este entorno oscuro, el Pueblo elegido experimenta algo completamente diferente: la misericordia de Dios: «¿Qué Dios hay como tú, que perdona la iniquidad y pasa por alto la rebeldía del remanente de su heredad? No persistirá en su ira para siempre, porque se complace en la misericordia.» (Miq 7,18)
El Antiguo Testamento revela el camino despacio y lento del Pueblo escogido en perdonar las injurias. Desde las venganzas infinitas y la ley de talión hasta llegar a la vuelta decisiva hacia el perdón y la clemencia: «Perdona a tu prójimo el daño que te ha hecho, así cuando tú lo pidas, te serán perdonados tus pecados. ¡Cómo! ¿Un hombre guarda rencor a otro hombre y le pide a Dios que lo sane? No tiene misericordia con otro hombre, su semejante, y ¿suplica por sus propios pecados? Si él, débil y pecador, guarda rencor, ¿quién le conseguirá el perdón?» (Sir 28, 2-5)
La ley de perdonar las injurias tiene su culminación en la persona y obra de Jesús. La más grande injuria es quitarle la vida a una persona. Con las palabras: Padre, ¡perdónalos, porque no saben lo que hacen! Jesús pide perdón por los que le han crucificado poniendo como excusa su ignorancia.
Según San Pablo, podemos perdonar las injurias porque el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo nos hacen capaces para este acto. «Sed más bien amables unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, así como también Dios os perdonó en Cristo.» (Ef 4-32)
«¡No devuelvan mal por mal ni insulto por insulto! ¡En cambio, bendigan porque para esto fueron llamados, para heredar una bendición!» (1 Pd 3,9)
La construcción de la personalidad a través del trabajo psicológico y espiritual nos permite conocernos y aceptarnos a nosotros mismos y a los demás para una mayor comprensión, ayuda mútua y el perdón. La fe en que vemos a Jesucristo llamándonos en Zdenac con el propósito de construir el Reino de Dios y en nosotros y por nosotros. Nos da fortaleza espiritual para ver los errores y posibles ofensas como una oportunidad y una manera de superar nuestros propios límites y de consagrarnos. «No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados. Dad, y os será dado; medida buena, apretada, remecida y rebosante, vaciarán en vuestro regazo. Porque con la medida con que midáis, se os volverá a medir. (Lc 6,36-39) ¿Y por qué miras la mota que está en el ojo de tu hermano, y no te das cuenta de la viga que está en tu propio ojo?» (Lc 6,41)
Al que te pida, dale; y al que desee pedirte prestado no le vuelvas la espalda. Habéis oído que se dijo: „Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos; porque Él hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. (Mt 5, 43-45)
Sufrir con paciencia los defectos del prójimo
La verdadera paciencia y el sufrimiento siempre está dirigida hacia los demás y hacia nosotros mismos. Es el arte de vivir la insuficiencia terrenal que no hemos de idetificar con la renuncia.
La paciencia de aguntar es la capacidad de no actuar abruptamente, esperar al otro y ayudar a llevar sus debilidades, lentitud y negatividad. Uno debería preguntarse cuándo alguien nos está molestando, qué realmente nos molesta y cuándo alguien es insoportable. Por la paciencia llegamos al conocimiento de nosotros mismos, de nuestros propios puntos débiles.
Hay que subrayar el hecho de que la traducción croata ha estrechado el contenido de la palabra en latín. Si tomamos la palabra latina molestus (esfuerzo, carga pesada) hablamos de todo aquello que nos agobia, molesta, preocupa, que nos es pesado. Hablamos de la gente que, en lugar de llevar nuestra carga, ellos mismos llegan a ser carga nueva. La mejor manera de soportarlo es el amor: el amor que «todo lo cree, todo lo espera, todo lo aguanta».
La paciencia contiene en si misma la capacidad de sufrimiento. La persona paciente es fuerte contra adversidades, enemigos y dolores. El sufrimiento puede ser constante y exige un verdadero heroismo que sólo el amor en su riqueza humana y divina puede hacerlo eficaz. Por eso en la Escritura la paciencia es principalmente la característica divina. Dios soporta la murmuración de su pueblo: ¿Y qué, si Dios, aunque dispuesto a demostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia a los vasos de ira preparados para destrucción? Lo hizo para dar a conocer las riquezas de su gloria sobre los vasos de misericordia, que de antemano Él preparó para gloria. (Rm 9, 22-23) También, hay ejemplos en los que se parece que Dios no pudo soportar la malicia de su pueblo. Dios soporta difícilmente a los que no confían en su misericordia. Esto es evidente en lamentaciones de Jesús: «¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que soportar?» (Mar 9,19)
El ejemplo de la injusticia y cómo soportarla lo tenemos en Judas Iscariote. Jesús conocía bien su intención y sus sentimientos, y a pesar de esto, como el hermano. Seguramente Jesús debe haber sufrido y experimentado cierto sufrimiento espiritual.
El cristiano está llamado a soportar la carga de sus prójimos: «con toda humildad y mansedumbre, con paciencia, os ruego que viváis de una manera digna de la vocación con que habéis sido llamados, soportándoos unos a otros en amor, esforzándoos por preservar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.» (Ef 4, 1-3) En este párrafo lleno de consejos prácticos, Pablo destaca las virtudes necesarias para soportar unos a otros.
La epístola a Tito trata del amor hacia el hombre. Pablo dice que tenemos que «manifestar la mansedumbre hacia todos los hombres». Su mirada es universal, no sólo para los cristianos. «Porque nosotros también en otro tiempo éramos necios, desobedientes, extraviados, esclavos de deleites y placeres diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles y odiándonos unos a otros.» (Ti 3,3) Pablo advierte que tenemos que soportar el estado presente de otros, que fue también nuestro. Esforzámonos para que el amor de Dios los conquiste.
Zdenac, como también el mundo en que vivimos, está lleno de los hombres vulnerados. Su ser no tiene firmes características de cristiano ni católico, aunque son cristianos. Y los que no son cristianos, son aún más difícil de comunicar con ellos. Nuestro objetivo es principalmente entenderse mútuamente. Soportar pacientemente las debilidades de otros y de sí mismos fortaleciendo personalidad a través del cambio a sí mismo, luego a los otros. Requerimos de sí mismos ser ejemplo a los demás, si no lo somos, quién confiará en nosotros? Al mismo tiempo, no podemos descartar a las hermanas y hermanos que han caído y así vulnerarlos aún más, dejarlos en un camino del que no hay retorno. Zdenac debería proporcionarles la mano de reconciliación y traerlos de vuelta al camino de Jesucristo. Amemos con el amor que «todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta». (1 Cor 13,7)
C. Foucauld escribe: «Amar a alguien significa tener siempre esperanza para él. Desde el momento en que juzgamos a alguien, cuando limitamos nuestra confianza en este hombre, cuando lo identificamos con lo que sabemos de él, dejamos de amarlo. Él ya no puede llegar a ser mejor ni más grande. Lo hemos atrapado. Tenemos que creer en lo bueno en el otro, tenemos que atrevernos a ser el amor en un mundo que no sabe amar.»
Por los vivos y difuntos rogar a Dios
Esta obra de misericordia espiritual se refiere a la oración intercesora. Según el Catecismo es «una petición a favor de otro. No conoce fronteras y se extiende hasta los enemigos.» (2647)
La intercesión es una oración de petición que nos conforma muy de cerca con la oración de Jesús. Él es el único intercesor ante el Padre en favor de todos los hombres, de los pecadores en particular (Rm 8, 34; 1 Jn 2, 1; 1 Tm 2, 5-8). Es capaz de «salvar perfectamente a los que por Él se llegan a Dios, ya que está siempre vivo para interceder en su favor» (Heb 7, 25) El propio Espíritu Santo «intercede por nosotros [...] y su intercesión a favor de los santos es según Dios.» (Rm 8, 26-27). (2634)
Interceder, pedir en favor de otro, es, desde Abraham, lo propio de un corazón conforme a la misericordia de Dios. (Catecismo 2635)
La intercesión de los cristianos no conoce fronteras: «por todos los hombres, por [...] todos los constituidos en autoridad» (1 Tm 2, 1), por los perseguidores (cf Rm12, 14), por la salvación de los que rechazan el Evangelio. (cf Rm 10, 1).(2636)
Dios quiere que todos los hombres se salven, y la oración de intercesión es el signo de pertenencia y responsabilidad de los fieles los unos por los otros y por todo el mundo. Rezar los unos por los otros significa cooperar con el plano de Dios.
En la fe y en la Tradición apostólica se conoce la práctica de encomendar a la Providencia de Dios una persona que se encuentra en un estado especial de sufrimiento o conflicto, ante una decisión importante. Dios sabe lo que necesitamos antes de pedirlo, nuestra oración por los demás merece especial atención porque manifiesta el amor y la compasión por otros.
Hay muchos ejemplos de la oración por los vivos en toda Biblia, sin embargo, la oración por los difuntos, se menciona directamente sólo en el Libro segundo de los Macabeos, en el capítulo 12.
En el Antiguo Testamento la oración se revela sobre todo a partir de nuestro padre Abraham (2569) quien intercede por los habitantes de Sodoma y Gomorra. (Gen. 18)
Moisés merece un lugar especial en la oración intercesora que llega a ser su modo caractéristico de servir a Dios. En los Salmos se canta sobre el poder de la intercesión: «El dijo que los hubiera destruido, de no haberse puesto Moisés, su escogido, en la brecha delante de El, a fin de apartar su furor para que no los destruyera.» (Sal 106, 23)
Samuel dice: Y en cuanto a mí, lejos esté de mí que peque contra el Señor cesando de orar por vosotros, antes bien, os instruiré en el camino bueno y recto.»(1 Sam 12,23)
La intercesión de Jeremia es tan poderoso que Dios le pide no hacerlo más: «En cuanto a ti, no ruegues por este pueblo, ni levantes por ellos clamor ni oración, ni intercedas ante mí, porque no te oiré. ¿No ves lo que ellos hacen en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén?» (Jer 7,16-17) Jeremia continuará interceder por su pueblo, incluso despueś de su muerte.
Como testimonian los cuatro Evangelios, durante su vida terrenal Jesús practicaba la oración regularmente. El ejemplo de su oración para un individuo nos relata Lucas: «Pedro, yo he rogado por ti para que tu fe no falle; y tú, una vez que hayas regresado, fortalece a tus hermanos.» (Lc 22,32) ¡Cuánta poder tiene la intercesión de Jesús por nosotros! También oró por los apóstoles (véase Jn 14,16), así como por todos los que quisieran creer en él (Jn17,20). Jesús nos manda orar por aquellos que son nuestros enemigos. (Mt 5,44)
Los textos de San Pablo y San Juan afirman que Jesús continúa su obra intercesora, completamente, también después de su muerte y resurrección. «¿Quién es el que condena? Cristo Jesús es el que murió, sí, más aún, el que resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.» (Rm 8,34) «Hijitos míos, os escribo estas cosas para que no pequéis. Y si alguno peca, Abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. El mismo es la propiciación por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.» (1 Jn 2, 1-2)
La Iglesia pone de relieve la oración intercesora que los cristianos deben ofrecer a Dios los unos por los otros. El apóstol Pablo también destaca la importancia de la intercesión. Esta obra de caridad está manifestada en la epístola de Santiago: «Por tanto, confesaos vuestros pecados unos a otros, y orad unos por otros para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede lograr mucho.» (San 5,16)
La Escritura habla de la práctica de la oración por los difuntos: «Por eso mandó [Judas Macabeo] hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado» (2 M 12, 46). Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico (DS 856), para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos: «Llevémosles socorros y hagamos su conmemoración. Si los hijos de Job fueron purificados por el sacrificio de su padre (cf. Jb 1, 5), ¿por qué habríamos de dudar de que nuestras ofrendas por los muertos les lleven un cierto consuelo? [...] No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos.» (San Juan Crisóstomo, In epistulam I ad Corinthios homilia 41, 5) (1032)
En todas cuatro oraciones eucarísticas la Iglesia reza por los difuntos durante la Santa Misa:
1. Acuérdate, Señor, de siervos y siervas tuyas que nos han precedido con el signo de la fe y duermen ya el sueño de la paz. (primera oración eucarística)
2. Acuérdate también de nuestros hermanos que se durmieron en la esperanza de la resurrección, y de todos los que han muerto en tu misericordia; admítelos a contemplar la luz de tu rostro. (segunda oración eucarística)
3. A nuestros hermanos difuntos, y a cuantos murieron en tu amistad, recíbelos en tu reino, donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria. (tercera oración eucarística)
4. Acuérdate también de los que murieron en la paz de Cristo y de todos los difuntos, cuya fe sólo tú conociste. (cuarta oración eucarística)
«Los fieles en la tierra y los difuntos, comunicando los bienes espirituales entre sí, ayudan unos a los otros por medio del amor y la oración.» (II Concilio vaticano) Por nuestras oraciones intercesoras se hace más evidente lo que en Misa diariamente conmemoramos: A tus fieles, Señor, la vida no se les quita, sino cambia. (Misal Romano) La oración ayuda a los fieles para que su muerte les sea ganancia. (Fil, 1,21)
Según la decisión del Magisterio ordinario en el Día de Todos los Santos, Día de los difuntos, y el domingo después del Día de los difuntos a los fieles se puede conceder el perdón pleno para los difuntos, para las almas en Purgatorio.
La Iglesia nos dio en herencia la práctica de orar por los difuntos, mostrando así que somos una comunión de santos, cuyo principio está en Dios Padre.
Hay cierta gracia en la gente bondadosa,
y muertos, son fuertes.
Siguen viviendo
por sus palabras y obras,
pero más por su manso corazón.
(autor desconocido)
Zdenac reza por sus vivos y muertos. Especialmente rezamos por los difuntos en noviembre.
Cada año visitamos las tumbas de los miembros difuntos de Zdenac y llevamos las flores para mostrar agradecimiento por todo lo bueno que nos hicieron. También visitamos las tumbas de los usuarios que cuidamos y rezamos por ellos.
NUESTRA GENÉTICA ESPIRITUAL, HERENCIA ESPIRITUAL, MISIÓN, VALORES, ESTILO DE VIDA, SELLO Y ACCIÓN POR MEDIO DE LA CONTINUACIÓN DEL CARISMA DE SANTA MARÍA CRUCIFICADA DE LA ROSA
En el principio érase …¡nosotros!
Santa María Crucificada de la Rosa (Paola de la Rosa) es la santa patrona de Zdenac, del Movimiento de los Misioneros de la Misericordia, nuestra inspiración y nuestra maestra en la misericordia.
Paola de la Rosa fue educada en el espíritu de los valores cristianos. De la carta de su hermana Octavia a su hermana menor: «Adiós, querida Paolina, sé buena, sé obediente y asegúrate de que me consueles. Intenta no ser caprichosa, porque te quiero tanto que estaría triste si supiera que estás obstinada. Un abrazo suave. Te amo.»
Una de sus maestras así escribe sobre el carácter de Paola de la Rosa:
«Paola es una de esas personas de carácter fuerte y decisivo que no conoce el camino medio, que son capaces para una bondad grande o para una malicia grande, dependiendo si se dirige al camino de bien o de mal. Esperaba un gran bien de Paola porque era generosa hacia Dios, llena de vida, con un gran deseo de llevar una vida virtuosa. Por eso yo siempre estaba cerca, dirigiéndole al camino de la humildad, la mansedumbre y la mortificación, para armonizar la potencia de su carácter con la voluntad de Dios. Desde entonces, Paola había sentido en su corazón el deseo de dedicarse a Dios a pesar de que no era propensa a la vida en clausura.»
El camino para dominar su carácter difícil Paola encontraba en la oración, amor a Dios y al prójimo y en la penitencia. Una de su amigas de la escuela que pasaba el tiempo con ella en el internado dirá: «Sus mortificaciones fueron extraordinarias; ella siempre elegiría lo peor para ella, ya sea en comida o en ropa.»
Trasladó su experiencia y en la comunidad, que es Amor, el verdadero fundamento de la comunión. Paola di Rosa era una persona decisiva, explosiva de reacción, pero controlaba su temperamento llevando una rica vida espiritual.
En una situación donde todos huían de Brescia, Paola rogó al padre permitirle servir a los infectados de cólera.
«Mi deseo grande es usar lo que Dios me ha dado para abrirme paraíso haciendo obras de caridad a los enfermos de cólera. No os consejáis ni con el cuerpo, ni con la sangre, más sólocon la fe.»
Los inicios de sus decisiones grandes:
- Progreso en las virtudes cristianas y la perfección
- El amor por Dios manifestará por el amor por los más necesitados
- La Eucaristía y María son la fuente de inspiración para la vida espiritual
- Responsable, dispuesta a sacrificarse y guardarse del pecado
Era muy disciplinada. No dejaba nada al azar. Muy amable, justa hacia todos, con una generosidad desmedida. Animaba a los otros para que asistan la asignatura de Religión, promovía la oración y la devoción cristiana. Organizaba las misiones parroquiales.
Fundó un oratorio, una institución para diversas actividades: oración, aprendizaje, canto, organización de visitas a los enfermos, ayuda a los más necesitados, ejercicios espirituales, apoyo para los que muestran necesidad de convertirse. Cuando decidió construir una grande obra de su espiritualidad, se sintió más débil. Ella iba al hospital y otras chicas la seguían. Porque es «gran cosa dar la vida por nuestros prójimos».
Las conversaciones con Gabriela le fueron muy importantes para el futuro. «Presentía que Dios quiere que funde la Compañía. Los hombres son para ella los miembros de Cuerpo Místico de Cristo.» Con la ayuda de su padre, compró una casa cerca del hospital, esta casa será cuna de la Compañía.
Se consagra a Dios. Su padre le alienta y concluye que «ella lleva a cabo el plano de Dios». Sigue creciendo en el conocimiento del plano de Dios, de cómo Dios interviene concretamente en el destino humano. «Quiero encarnar estas intervenciones en el tiempo adecuado, permitirles echar raíces en esta realidad dura de la vida», dice Paola.
Trabaja en un orfanato. Acepta el liderazgo completo. Conoce a cada muchacha. Arregla el espacio en el que viven. Trabaja paralelamente en dos cosas: la seguridad material y el desarrollo espiritual. Compra una casa más para las muchachas desorientadas que no habían conocido el Amor. Se entrega completamente por los demás y para su salvación.
Paola sigue una vida de virtud y las obras de caridad se gestan y multiplican.
Las muchachas que se han acompañado a Paola y Gabriela están dispuestas a sacrificarse, llenas de amor cristiano hacia el prójimo, sensibles a las necesidades y las penas ajenas. Demuestran la obediencia a Paola.
Paola elige las mejores por las cuales se ha convencido de que:
- aman a Señor
- sirven a los necesitados
- no buscan su propio interés
- y esconden su mortificación y sus sacrificios.
El 5 de marzo de 1840 Paola funda una compañía devota: Siervas de la Misericordia. Es la madre superiora de la asociación, la menor de todas pero la más madura en virtudes.
Su fama se está expandiendo y muchas jóvenes quieren unirse a la Asociación. Promueven el amor, la paz, incluso las curaciones. Treinta y dos hermanas el 18 de mayo de 1840 ingresaron al hospital, recibieron una rendición legal de las habitaciones y los objetos correspondientes. Cada hermana tomó su lugar y el servicio que le asignaron.
«Así comenzó el primer apostolado que Dios les confió a los Siervos de la Misericordia.» (Vivenzi, 43)
Entre ellos reina una harmonía perfecta: cada hermana se esforzaba mucho para hacer sus tareas encomendadas lo más perfectamente posible. Hubo gran limpieza y orden en las habitaciones de los enfermos. Los alimentos y las medicinas fueron exactamente compartidos según la orden del médico. Sirvieron a los pacientes con amor y alegría sagrada.
Un mes después, el enviado del emperador y el obispo las visitaron. Estaban encantados con el trabajo de sus hermanas.
«Pero los más satisfechos eran los pacientes, viéndolas como ángeles que prestan los servicios con amor, y sintieron una gran lealtad hacia estas benditas hermanas.»
También hubo situaciones desagradables. Un paciente le gritó a la hermana. La hermana permaneció en silencio. Un poco más tarde salió a confesarse. Los otros pacientes vieron lo que sucedió, pensaron que la hermana se había sentido ofendida por abandonar el servicio. Sus hermanas se compadecieron de ella. Cuando regresó, las hermanas le prometieron que ya no le permitirían situaciones semejantes.
Las hermanas en situaciones de pánico, a diferencia de otros médicos, actuaron con discreción, prudencia y calma. Una vez un farmacéutico dio veneno en lugar de jarabe de plantas. Dos mujeres murieron. Esto causó miedo y malestar en los pacientes de los dos institutos. Pero en el departamento de mujeres, donde trabajaban las hermanas, los pacientes no sabían qué había pasado. Los médicos y enfermeras con los farmacéuticos pasaban desconcertados por el departamento donde trabajaban las hermanas. Las hermanas serenas tranquilizaban los pacientes preocupados por ver pasar continuamente el personal de los departamentos vecinos.
El administrador del hospital alabó el comportamiento calmante de las hermanas y prometió escribir a la administración de la piadosa asociación una encomiable nota de agradecimiento.
Hay que señalar que la Fundadora en la relación con la administración del hospital quería igualdad. A toda costa quería que su adjunta, la superiora, fuera la supervisora y que sirviera de apoyo a las hermanas que trabajan con los enfermos. Ella las siguió, visitó, resolvía conflictos con los médicos, cuidaba la seguridad de las enfermeras y los pacientes: «Señor director, para la seguridad de los pacientes, os ruego que la piscina en el patio trasero se deje sólo con un lapso de agua», dice la supervisora Carolina Cuneo.
A pesar de volver a escribir y preguntar lo mismo, no obtuvo una respuesta positiva. Luego, la Fundadora escribió una carta con su mano y se la dio a Carolina Cuneo para que la firmara. Tampoco entonces, la administración del hospital solucionó el problema del peligro de la piscina para los pacientes con enfermedad mental.
Esto marcó el comienzo de la conspiración contra la superiora a quien la administración quería eliminar. Paola consentía la notoria intolerancia, sin embargo, continuaba su cooperación de una manera amable y amistosa.
Para facilitar y mejorar el acceso al hospital a las hermanas, Paola propuso la construcción de un puente de madera a su propio cargo. Describió exactamente su longitud, la altura, de qué material, y que no molestara a nadie de los edificios vecinos. En invierno y cuando llovía, les servía mucho a las hermanas. La fundadora siempre se empeñaba pedir de las autoridades que se mejoraran las condiciones de la vida. Muy a menudo de sus propios fondos.
La ciudad y toda Lombardía, así como el enviado del emperador, elogiaron la vida virtuosa y trabajo respetable de las hermanas.
En los inicios Santa María Crucificada di Rosa, junto con sus primeras hermanas y su director espiritual Pinzoni, describió cómo había de ser su compañía y las hermanas. La sierva de la misericordia es la persona femenina que da al Instituto su dota, sus habilidades personales y todas sus virtudes para entregarse a si misma a los enfermos.
La sierva de la misericordia es una muchacha normal del pueblo, que regala al Instituto la ingenuidad y la castidad de su alma, la fuerza de sus extremidades, el talento de su espíritu, la ternura de su corazón en cualquier servicio en el hospital, sea el más humilde.
Y cada de ellas debe ser la esposa de Cristo.
Durante los próximos dos años Paola junto con las hermanas y su director espiritual escribe las primeras reglas del Estatuto para que las autoridades de la Iglesia y del Estado legalicen oficialmente su congregación.
Tenemos los extractos de las primeras reuniones:
«El 9 de octubre de 1840, reunión que ha tenido lugar hoy, determina que cada hermana se ocupe de su servicio, y no interfiera en el servicio de otras hermanas sin necesidad y sin permiso. Las que están en la casa que tengan sus propias horas de silencio, lectura espiritual, oración oral, contemplación...»
Reunión del 6 de octubre de 1840: «Hoy nos hemos regocijado de que siempre actuaremos con el mismo fervor, celo y amor como hemos actuado en el primer día de nuestra empresa, siempre teniendo en cuenta que Jesucristo merece en cualquier momento y en cualquier lugar ser amado y servido, porque aunque obráramos mucho por el amor hacia Él, todavía sería esto insuficiente por lo mucho que Él merece.»
El 13 de noviembre de 1840: «Hoy nos hemos regocijado de que siempre nos empeñaremos vivir en armonía y paz, advertiremos unos a los otros a los errores, pero sin exagerar poniendo excusas. Y si sucede algo incómodo entre nosotras, hablaremos sobre ello y expresaremos nuestra opinión con una confianza completa.»
Fragmento de los consejos de la Fundadora de 1841: «Trate de hacer que el exterior sea siempre modesto y limpio. Evite la elegancia excesiva en el vestido. Poner especial cuidado en la limpieza, para que a través de la limpieza exterior se manifieste la pureza interna que siempre ha de lucir en las esposas de Cristo.»
Continúa: «Ponga el mayor cuidado en la contemplación. No te lo pierdas, excepto en el caso de necesidad urgente y difícil...»
Un fragmento de la carta de un médico de Brescia a su amigo médico en Cremona:
«Estas señoras, por el contrario, tienen un corazón devoto, santo y compasivo, y no hay palabras suficientes para alabarlas públicamente. Ellas son un consuelo suave en esa casa de dolor. Las hay suficientes para que cada paciente reciba ayuda y cuidado adecuado. En cada paciente reconocen su hermana nata. No hay paciente que les sea ajena. En la enfermedad y la necesidad, hay un hilo de amor, entre el que está sufriendo y el que ayuda. Estas señoras misericordiosas, así por lo general las llamamos, se inclinan a las camas de las enfermas, cumplen sus necesidades, susurran palabras amables, se las llaman sus amigas, escuchan sus dolorosos gritos del corazón y, en turno, les regalan su consuelo leal. Las palabras que dicen están llenas de consuelo y esperanza. De hecho, un paciente no puede esperar mejor tratamiento incluso en su casa. Muere en el abrazo de una amiga a la que confiesa su último suspiro, y se despide de ella con alma consolada. Si la paciente recobra su salud, su vida se vuelve más alegre, porque si tendrá que ser llevada al hospital de nuevo, estará llena de confianza, por haber encontrado una amiga, en realidad muchas amigas en el hospital. Estas señoras misericordiosas han dado al hospital un aspecto completamente nuevo.»
El futuro engendrará una tempestad de las negativas y impedimientos.
El arma de la congregación era amar, trabajar, sufrir y perseverar. Entregar todo a las manos de Dios. Entregarse es lo importante.
La humildad y la paciencia serán fructíferas. Un sello de sufrimiento y de la cruz se imprime en ellas, la característica principal de su carisma y espiritualidad.
La Providencia de Dios encuentra una solución y se mudan a Cremona (23 hermanas). La obra brota en Brescia, florece en Cremona.
Ora con las hermanas y recomienda a otras personas que oren por la Congregación, para que sean valientes, orgullosas, no tengan miedo y manifiesten el amor unas por las otras.
¿Qué significaban las hermanas a la Fundadora? Esto manifiesta la siguiente carta a sus hermanas en Cremona:
«¡Viva Jesús!
¿Cómo estáis, queridas hijas? ¿Cómo os va? ¿Estáis todas felices? ¿Servís con el amor a los enfermos que les representan a vosotras a Jesucristo mismo? ¿Sois todas fieles en guardar silencio, en contemplación y en todas las reglas? ¡Ah! Obedécedlas regularmente y con el gran ardor. Sed convencidas de que Dios os gratificará abundatemente. Valientemente, entonces, sed generosas hacia nuestro amabilísimo Jesús. Acordaos de que cielo no es para perezosos.
Adios, mis hijas queridas, orad por aquella que es toda vuestra.
Paola Rosa»
En Milano el Estatuto de la Congregación es rechazado de nuevo. Escribe una nota de protesta y la envía a los autoridades. Requiere un cambio de actitud hacia la Asociación, informándoles que no se da por vencida y que organizará la atención privada para los enfermos en los hogares. Interfiere el obispo y cuatro meses después, el Estatuto es aprobado el 13 de febrero 1843.
Después de esta aprobación civil y estatal, Paola comienza a escribir Las reglas de las religiosas para su compañía. Se abre la casa para las muchachas conversas, se hace cargo del instituto de educación preventiva, tres hospitales... En 1845 hace una capilla en la casa.
Sus obras y su vida abundaba en la espiritualidad, actividades pastorales, iniciativas educativas, vocaciones y la mística espontánea. Todo indicaba que ya era hora de reconocerlos.
Pinzoni se ha comprometido a completar los planes para las futuras reglas de la Compañía.
Primera Lectura: Capítulo de las hermanas.
Segunda lectura: el obispo lee y envía al papa en Roma, pero el papa Gregorio muere.
El decreto firmado de Roma llega el 13 de diciembre de 1847. Este documento confirma el derecho a la vida y al trabajo comunitario, pero la aprobación del Estatuto todavía tienen que esperarla.
La guerra con Austria – se van al campo de batalla, en la guerra se hacen más conocidas que en todos los años de paz.
Compañía de las hermanas Siervas de la Misericordia obtiene renombre por su amor y sacrificios de las hermanas, y por las virtudes y las habilidades de su fundadora.
Paola di Rosa decide ir a Roma y organizar personalmente las cosas llevando todas las recomendaciones de los obispos locales.
El Papa Pío IX admiraba mucho tantas obras de misericordia.
Mientras la comisión se sentaba, revisaba y refinaba el aspecto final de las Reglas, Paola tomó la decisión de introducir la eterna Adoración al Santísimo Sacramento del Altar en su congregación.
Después de 17 días en Roma el 22 de noviembre de 1850, las reglas finalmente fueron aprobadas. El 23 de diciembre de 1850, llegó el documento, el breve, firmado por el Papa Pío IX. que confirmó y aprobó el Estatuto de las Siervas de la Misericordia. La aprobación del estado llegó el 14 de abril de 1852.
El 18 de junio de 1852, Paola di Rosa fue proclamada la madre superiora, vistió el hábito, hizo votos y tomó el nuevo nombre María Crucificada.
La Congregación experimenta un crecimiento repentino. En 4 meses, en 1852 se abrieron tres casas nuevas. Las diócesis y los municipios acogerían con mucho agrado las hermanas. Ella se hace cargo también de las casas sin mantenimiento básico. Crema confió a las hermanas cuatro de sus instituciones: Udine, Cividale, Corpenedola, Trieste. Su obra ha superado la fronteras de Lombardía. Llegaron también en Furlania y Venecia.
A fines de 1853 fueron invitados al Adriático. El obispo de Dubrovnik Jederlinić conoce a María Crucificadora en Brescia e invita a las hermanas a hacerse cargo de la educación de las jóvenes en Dubrovnik. Primeras hermanas llegan el 13 de noviembre 1853, se encargan del orfanato y de la escuela para las niñas de familias urbanas, pronto llegan también las niñas del pueblo.
Dos años más tarde, el obispo de Split Pini invita a las hermanas a abrir la escuela y internado para las muchachas. (el edificio existente, la ayuda y las condiciones ya son asegurados)
La última casa es la escuela cerca de Verona en Bussolengo.
Muchas ciudades se interesan por el trabajo de las hermanas cuyo apostolado se aumenta considerablemente cada vez más.
Hasta los últimos días se interesa por el orden de las casas, el personal y las nuevas peticiones.
Piensa también en las misiones, planea abrir una casa de la Congregación en Asia.
Muere el 15 de diciembre de 1855.
«Sean disciplinadas en cumplir los ejercicios de devoción y precisas en obedecer las santas Reglas. Tened cuidado a que no os falte el amor. Dios os bendiga.»
1932àServidora de Dios.
1940à Beatificación.
1954à Canonización.
«Llevar a todas las personas a Dios mediante las obras de caridad.»
Trabajo en grupo: 40 minutos.
1. Elegir a un coordinador y a una persona que anotará todas las observaciones en la reunión.
2. Leer todos juntos el texto.
3. Leer con detenimiento y observación el texto, y marcar las virtudes de Santa Mará Crucificada, de las hermanas y de la comunidad.
Trabajo individual y oración: 40 minutos.
- Una hoja de papel de color, A4, y escrbir en el medio de la hoja Santa María Crucificada.
- Escribir alrededor de ella, los nombres de las personas de tu comunidad, incluyéndote a ti (si el grupo es grande, se elegirán diez personas).
- Debajo del nombre de cada persona se escribirá una virtud, como lo ha tenido la santa. Por ejemplo, debajo del nombre „Marta“ se anotará „generosidad“.
- Agradecerle en silencio a Dios y a Santa María Crucificada por su cercanía, por medio del regalo de cada persona que se encuentre presente.
Trabajo en grupo: 50 minutos.
- Cada participante leerá los nombres escritos y las virtudes correspondientes.
- Mientras uno lea, si se mencionan los mismos nombres, los demás podrán agregar al mismo tiempo la virtud por ellos escrita.
- Realizar un comentario breve sobre la fidelidad a Dios, a nivel individual y comunitario, a comparación de las virtudes de Santa María Crucificada y su primera comunidad.
¿TENEMOS LOS GENES DE LOS SANTOS?
LOS TENEMOS, Y SIEMPRE RESPIRAREMOS A TRAVÉS DE ELLOS, PARA ORGULLECERNOS DE LOS MISMOS Y DARLOS A LOS DEMÁS.