El deseo de todos nosotros es estar con Dios, mirar a Dios. Nuestro viaje aquí está marcado por la fe, la esperanza y el amor. Nuestra vida terrenal es muy importante; aunque pequeña e imperceptible, a través de ella entraremos al Reino de Dios.
Los elegidos de Jesús, y todos nosotros, estamos constantemente librando guerras internas y externas. Satanás nos ataca a través de lo temporal, creado, transitorio que está en nosotros y alrededor de nosotros. Es una guerra santa que no podemos librar solos, con nuestro entendimiento humano y nuestras fuerzas.
Miembros de Zdenac, estificamos con nuestras vidas aquello que aceptamos por la fe. El deseo de Jesús es que nosotros, sus discípulos, nos encontremos por Él y en Él; para que estemos juntos, para que oremos; para que recordemos sus palabras; para que podamos mostrarnos los unos a los otros actos de amor; para que estemos unidos con Él y así unidos a Cristo, y nos volvamos a dispersarnos por el mundo, y traigamos a otra gente a Dios, y les presentemos el amor y la presencia de Dios.
Seamos gente espiritual aunque todavía pequemos. Que la fe verdadera y plena en Dios el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo inspire nuestra vida, para que perseveremos en el Amor de Dios.
No olvidemos: por el Espíritu, Dios nos confía sus pensamientos, comparte su amor, nos fortalece con su fuerza. Una fuerza completamente nueva y real entra en nuestros corazones y nos mueve a testificar. Nos da sus dones: el espíritu de la sabiduría, la razón, el consejo, la fuerza, la sabiduría, la piedad y el temor de Dios.
Jesús sabe que no será fácil para aquellos que lo sigan. ¿Por qué? Porque vivimos en un mundo de la gente capaz de darle la espalda a Dios, porque tienen su libertad. Porque vivimos en un mundo de mentiras, egoísmo, rudeza e incredulidad. Un mundo así es contrario a los requisitos de la ley de Jesús. Necesitamos Su fuerza para resistir todas las tentaciones y la influencia de la mentalidad de este mundo. Jesús ruega al Padre por nosotros, para que nos dé su gracia para que seamos consistentes en la llamada a la que estamos llamados.
El amor de Dios es incondicional. Dios nos ama desinteresadamente. El amor no hace cálculos, el amor no se gana ni se puede pagar; pero el amor espera una respuesta. El que ama vive con alegría. Jesús da su amor, pero también su alegría; la comparte con sus discípulos y sus amigos.
Muchos son miembros de la Iglesia, solo formalmente; no vienen a Misa desde hace años, no reciben los sacramentos, pero no los condenemos. Saulo y Pablo son la misma persona. Démosle a Dios el espacio para actuar, y nosotros cooperemos y proclamemos la fe de la manera que nos aferremos como una vid, y que, con Él unidos, demos la abundancia de fruto.
Con Jesús siempre podemos contar: nos ama tanto que está dispuesto a dar su vida por nosotros. No estamos solos y abandonados a nuestro propio destino; simplemente aceptemos el regalo de Su amor. Él nos ha allanado el camino, nos protege, nos sirve, nos da su vida.
Es importante notar que el crecimiento en la fe en la presencia del Resucitado es un proceso complejo. Somos seres complejos. Cuando parecemos estar cien por ciento seguros, Jesús aparece de repente - donde quiere y cuando quiere - y eso nos sorprende. En lugar del gozo y la paz, estamos abrumados por la duda y el miedo de que todo eso sea solo mi apariencia personal y la nuestra común; un engaño. En estas situaciones, es importante buscar juntos lo que la Biblia responde a mis y nuestras dudas. Permanezcan juntos en oración hasta la llegada de la Fuerza desde arriba.
Se abraza con el corazón y con el alma. La unidad DESDE EL CORAZÓN Y EL ALMA es un signo de la fe vivificante y no adulterada en la presencia de Cristo Resucitado. Abrazándose el uno al otro, abrazaban a Jesús. Muchos de la multitud conocían a Jesús.
"Pasó por el mundo haciendo el bien". Eso también debería ser un resumen de nuestras vidas. La vida en Cristo es hacer el bien. Construyamos nuestras vidas, nuestras relaciones con Dios y entre nosotros. Basemos nuestras vidas en Cristo.