EL MÉTODO BÍBLICO DE ZDENAC

Este método de leer el texto bíblico es simple y si lo practicamos, decubriremos la presencia de Dios vivo en lo cotidiano y su voluntad para nuestro crecimiento en la bondad y la perfección. La palabra de Dios nos da nuevos posibilidades y muestra cómo conseguirlas. Si conocemos más ampliamente y a fondo el Evangelio, conoceremos a Jesús y nos asemejaremos a Él por dentro en las cirunstancias de cada día. Su palabra nos cambiará y convertirá en el Pan que ha bajado del Cielo, del Padre, para la Vida en Plenitud. 

Para preparar el camino del Señor, es decir, para recibir la Palabra de Dios y dar fruto hemos desarollado cinco pasos de reflexión sobre los textos bíblicos:

Paso primero: con la lectura reiterada y lenta reconocer todos los detalles en el Evangelio. Esto contribuye al mayor conocimiento e involucración en los acontecimientos en los cuales Jesús obra.

Paso segundo: percibir y imaginar las circunstancias: el lugar de un acontecimiento, la hora, las personas presentes, los protagonistas, su estado físico, psíquico y mental, su posición y condición social, si son casados o no, su edad, su nación y religión, las costumbres, sus sentimientos, necesidades o problemas que les han traído a Jesús...

Observar el comportamiento de Jesús, Sus características humanas y divinas, Sus valores, la relación con el Padre, con el Espíritu Santo, con un individuo o grupo, con Su familia, los discípulos, con los desconocidos, los fariseos, con la naturaleza, con si mismo, Su cuerpo, Su estado espiritual, Su mentalidad...

La voluntad de Dios: En la historia de la salvación en el Antiguo Testamento a menudo no es suficiente claro que es la voluntad de Dios. A menudo ésta se ve por el entendimiento y la interpretación humana de Dios y Su intervención en la vida de su nación y del individuo. En el Nuevo Testamento la Voluntad de Dios se manifiesta a través de la persona de Jesús de Nazaret. Él ha estado completamente obediente al Padre, hasta la muerte en la cruz. Todo lo que Él ha hecho y dicho es una Voluntad clara y palpable del Padre Celestial.

Nunca ha quebrado la Voluntad de Dios ni ha pecado. Él es semejante en todo a nosotros, exepto en el pecado. Es importante tener presente la misión de Jesús: la salvación completa de cada hombre, empezando el camino de la salvación en la tierra. Esto es el Reino de Dios. La voluntad de Dios no hay que discernirla separado de la situación concreta del individuo o del grupo, porque eso es lo que le da valor...

Con el método bíblico de Zdenac se hará más fácil la lectura, es decir, la comprensión de las Sagradas Escrituras.

Mt 13,1-23


Paso 1: Leer el texto.

Paso 2: Leer el texto por segunda vez.

Paso 3: Reconocer las situaciones en el texto, relatar lo más importante con las propias palabras.

Paso 4: Responder a las preguntas (en relación al párrafo leído):

  • ¿Cuál es la Voluntad de Dios?
  • ¿Quiénes son los que cumplen la Voluntad de Dios?
  • ¿Cuáles son los frutos de la Voluntad de Dios?
  • ¿Quién es nuestro Dios?
  • ¿Dónde está nuestro Dios?
  • ¿Qué desea Él de mí?
  • ¿Qué haré en concreto por Él?



Las situaciones en el texto:

Jesús se encuentra fuera de casa y está sentado junto al mar. Ha venido un número inmenso de personas. Les habla en parábolas. Conversa con sus discípulos y les cita al profeta Isaías. Les explica la parábola.

¿Cuál es la Vountad de Dios?

La Voluntad de Dios es cuando Jesús habla por medio de parábolas para que lo puedan entender mejor. La semilla es la Palabra de Dios dirigida a cada uno de nosotros. Los tipos de terreno representan los diferentes tipos de personas. Los granos de semilla al final dan frutos. Rinden ya el treinta, ya el sesenta, ya el ciento por uno. Jesús desea que tomemos conciencia de la importancia de nuestra participación en esto.

¿Quiénes son los que cumplen la Voluntad de Dios?

Aquellos que cumplen la Voluntad de Dios son: Jesús, los discípulos, los que han aceptado la Palabra de Dios. Aquellos que poseeen en sus corazones un terreno fértil, que aceptan por completo la Palabra de Dios, la cumplen, para hacerla crecer y desarrollarse. Son aquellos que dan fruto.

¿Cuáles son los frutos de la Voluntad de Dios?

Los frutos de la Voluntad de Dios son aquellas personas que escuchan la Palabra de Dios y dan fruto de la semilla. Algunos rinden el treinta, algunos el sesenta, algunos el ciento por uno. El fruto de la Voluntad de Dios es el Reino de Dios.

¿Quién en nuestro Dios?

Nuestro Dios es un Dios generoso (le da a todos su Palabra), es un Dios bueno, un Dios de libertad (no obliga a nadie), es un Dios de vida (a aquellos que aceptan la Palabra de Dios, les da vida eterna, el Reino de Dios). Es un Dios que siembra su Palabra en nuestros corazones y que desea, según la misma, hacernos unas criaturas nuevas que dan mucho fruto.

¿Dónde está nuestro Dios?

Nuestro Dios está entre las personas, en todo lugar (a la orilla, en las casas, en la barca), con los discípulos. Desea llevarnos hacia una realidad eterna que nunca pasará.

¿Qué desea Él de mí?

Él quiere de mí que escuche su Palabra, que la viva, que dé fruto. Que acepte su Palabra como un valor imperecedero, algo que me llevará hacia una realidad eterna que nunca pasará.

¿Qué haré en concreto por Él?

Aceptar y vivir la Palabra de Dios con el corazón. Dar fruto. Motivar a los demás a escuchar con el corazón, sembrar la Palabra de Dios en cada persona, pueblo y en todo momento.

Fundamento teológico

Parábola del sembrador es primera de siete parábolas en el Evangelio de Mateo, en las que Jesús explica la naturaleza del Reino de Cielo.

Siempre es difícil cambiar la mentalidad humana. Por eso Jesús trata de acercar el Reino del Cielo a sus oyentes. Habla con un lenguaje simple y sencillo de entender. Habla con claridad, pero siempre con una actitud tajante, sin admitir mediocridades. Usa las imágenes y las comparaciones de la vida cotidiana. Incita al pensamiento y la reflexión.

No es difícil entender estas comparaciones. No es preciso tener una gran sabiduría ni formación. Es más necesario tener la confianza y la voluntad para entenderlo, es necesario el corazón abierto.

La parábola del sembrador es muy clara. Jesús mismo la explica. Se trata del Reino del Cielo representado como la Palabra que como la semilla cae al terreno, y dependiendo de tipo de terreno, crece y da fruto. El Reino del Cielo ha de ser una obra común del hombre y Dios. Dios es sembrador que sembra y el hombre es terreno al que semilla cae.

Esta parábola quiere animar al hombre destacando la importancia de escuchar la Palabra de Dios. Hemos de escucharla muy severamente y darle espacio en nuestro interior. Esto no es una palabra común y corriente, sino la habla de Dios que es la palabra de la vida, la verdad que libera incluso cuando no podemos entender esta verdad.

El papel de oyente es igual de importante como lo es el terreno adecuado para la semilla. Dios tiene gran confianza en el hombre. Dándonos el don de libertad y entendimiento, nos ha creado como sus interlocutores y compañeros. El poder creativo que nos ha dado Dios, llega a su perfección en colaboración con su Palabra que Él ha sembrado en nuestros corazones para hacernos nuevas criaturas fructíferas.

Zdenac está dispuesto a sembrar la semilla de la Palabra de Dios y anunciarla constantemente. Como Jesús se queja en el Evangelio por la gente de duro corazón, que oyendo no oyen, y no entienden o no acceptan el sentido de la Buena noticia. Esto nos sirve como consuelo y ánimo a no mirar al los de corazónes endurecidos, sino continuar generosamente con la siembra de obras de misericordia en el nombre de Dios.

Las palabras de Jesús invitan nosotros, los miembros de Zdenac, a sembrar con mucho cuidado y con una actitud apropriada. Podemos manejar bien con la semilla, o podemos arrojarla de forma inadecuada. Hay terreno rocoso, hay espinas, hay tierra seca, y en fin buena tierra. Podemos explorar todo, decidir el tipo de terreno, cómo y cuándo sembrar. Entonces, dónde debemos esparcir los granos? Algunas veces nos invertimos mucho en algo que no puede dar fruto o el trabajo ya es presdestinado al fracaso. Po eso hemos que escuchar, pensar y contemplar para sentir donde está el terreno preparado para nuestros pensamientos, palabras y actos, y según esto actuar.

En nuestro trabajo solemos preguntarnos cómo se desenvuelve todo, si encaja todo bien, si hemos hecho bien las cosas. Lo más importante en Zdenac es hacer todo lo posible de nuestra parte lo mejor que podamos y dejar a Dios que haga su parte. Para comprender la parábola del sembrador hay que tener en cuenta Galilea en el tiempo de Jesús. Galilea en aquel entonces era el granero de la Tierra Santa, y hoy también lo es. Podríamos alabarnos nosotros mismos que no hay defecto ni en la simiente ni en el sembrador, sino en los oyentes. «El que tenga oídos para oír, que oiga.» (Mt 13-44)

El sembrador de la parábola esparce los granos generosamente, siembra junto al camino, en el terreno pedregoso, entre las espinas y finalmente en buena tierra. Seamos generosos y no lamentemos que tres cuartas de la semilla no han dado fruto, sino alegremos de que la semilla que ha caído en buena tierra ha dado fruto. El sembrador y las semillas están inextricablemente vinculados. Sin semilla no hay sembrador, y sin sembrador una semilla nunca dará fruto, no se multiplicará, no alcanzará aquello para lo que es designada.

Jesucristo es el sembrador divino que siembra la semilla de la palabra de Dios, la semilla de la vida divina en el corazón humano; finalmente, en el corazón humano Dios siembra a sí mismo. Un buen sembrador sabe que no es fácil preparar un terreno que dará buena cosecha. Antes de sembrar, es necesario arar la tierra, y el corazón humano se ara con el arado de penitencia, con el arado de lo que antes se llamaba la mortificación, y hoy se llama la autodisciplina, que requiere diversos ejercicios de sacrificio y disciplina. Y cuando tenemos la tierra arada con la semilla esparcida, la tierra está aún lejos de dar fruta. También hay que cumplir otras condiciones para buena cosecha: el calor del sol y la fertilidad de la lluvia. Para que nuestros corazones den fruta, hemos de exponerlos al sol del amor de Dios, a través de las obras de caridad, a través de la adoración eucarística, y desde luego a través de la oración.

Para que nuestros corazones en Zdenac sean fructíferos, necesitamos el rocío del Espíritu Santo que caerá a nosotros cuando en la oración humilde pedimos a la gracia divina que nos llene de dones necesarios para vivir la fe cristiana diariamente. Sin la gracia de Dios, sin la gracia y la bendición, en vano nos esforzamos para construir nuestra propia vida familiar o social.

Necesitamos vigilar constantemente nuestro propio corazón. Hay que arrancar malas hierbas y las espinas de él y tratarlo permanentemente. A pesar de nuestra debilidad humana, la palabra de Dios tiene la fuerza de tranformar nuestra debilidad en la fuerza, y dar fruta cuando no esperamos e incluso cuando no lo queremos.

A los miembros de Zdenac que tienen el corazón realmente abierto a la Palabra de Dios en la humildad y la pequeñez de su propio ser Jesús dice: «Bienaventurados vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen!» (Mt 13,17)